Cada vez que me siento en el diván, tengo la impresión que mi analista no es humano y es algo así como un organismo cibernético preparado para anotar toda pavada que se me ocurre.
Mientras más impersonal, dicen mis amigas, mejor, querida, porque los que se lo toman en forma personal te empiezan a contar su vida, en vez de escuchar la tuya.
Al contrario de la mayoría a mí me interesa la vida de mi analista, pero sólo como una especie de comprobación que dejo mi vida en las manos de alguien que sabe de qué va la cosa, de alguien que superó mis estados, que ya está de vuelta y la tiene muy clara.
De qué nos sirve digamos, un analista virgen, tábula rasa, qué consejos puede darnos.
Ahora que lo escribo, encima ni siquiera me da consejos, los consejos los sugiero yo, y él se limita a decirme: quizás, ¿probaste?, o cualquiera de esas frases de autoengaños con que te das permiso de actuar antes la duda.
O cosas como: Por qué no analizamos primero las consecuencias, incluyéndose a sí mismo, hasta en lo que yo misma ni me siento incluida.
Lo que más me molesta es saber que en algún momento, algún día, en la sesión menos esperada vendrá esa frasecita un tanto estúpida que es: desde cuando siente eso.
Si hay frase que detesto es esa precisamente, porque los sentimientos no andan con agenda, no te andan diciendo: eh, hoy 30 de enero a las 19 hs, empezaste a odiar a tu analista, no, los sentimientos son demasiado astutos para eso y se escudan detrás de muchas excusas, hasta que no tenes una evasiva lo suficientemente convincentes no se les ocurre expresarse.
Mientras, el tipo sigue ahí, anotando divagaciones, clausurado, igual que yo, él en su isla, yo en la mía.
Pero no hay caso, sin importar lo que pienso de él o lo que se me ocurre que hace él ahí, en su propio barco, escribiendo sus propias bitácoras, cuando salgo, tengo la falsa impresión que hay una huella de mi que queda en alguien y entonces se me ocurren extrañas fantasías.
Se me ocurre que si un día, por una carambola del universo llego a ser famosa, no porque lo busque o lo quiera, sino digamos, porque me volvía asesina serial o algo así, algo realmente delirante que me catapulte a la primera página de los diarios; imagino a mi terapeuta, desesperado, tratando de reconstruir mi vida en esas anotaciones de nada que hace, tan indiferente, pero ahora con un nuevo significado, porque en algo así, es de la única manera que una pasa a ser, en vez de la nada.
No sé, un día de estos voy y le confieso un crimen, a ver qué pasa.
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